domingo, 29 de julio de 2012

25/09/2012 - Día de mi Lúgubre Jubilación




 

25/09/2012 
 Día de mi Lúgubre Jubilación




  

Es increíble como ha pasado todo, en tan poco tiempo como ha ido acelerándose la marcha de los míos, amigos y familiares... ¿y porque yo no?, me pregunto... ¿cuando me llegará la hora del ataque a mi metabolismo?

Cuando mis hijos y nietos decidieron irse a la Ribera Maya a disfrutar de todos los encantos que allí ofrece aquella tierra, sentí como si algo por dentro se me rompiera; les pregunté el porque de esa decisión, ¿porque tan lejos? aquí en España había muchísimas bellas playas y montañas donde podrían disfrutar de la naturaleza viva...los niños eran muy pequeños aún y quizás no lo recordarían pasados unos años...pero se fueron, se fueron con la ilusión de vivir aventuras nuevas con la naturaleza salvaje de aquellas lejanas tierras que,  aunque mancilladas por la mano del hombre, aún ofrecían algo de lo ancestrales que siempre fueron... y se bañaron entre tortugas y delfines, en aquellas playas paradisíacas mejicanas donde parece que nada puede pasar, pero si, claro que pasa, los terremotos son muy frecuentes allí, por las placas tectónicas cercanas que hacen cambiar la faz de la tierra. Pero la maldición estaba ya echada...no con sus terremotos y volcanes, sino con ese virus letal que estaba acabando con el mundo entero... y ellos mis hijos, no lo sabían, Vivian en su mundo "feliz" y se fueron en busca de más felicidad, las distracciones y las visiones de otros mundos más naturales que el que tenían aquí, trabajando desde que comienza el día, hasta que cae la tarde, recogiendo y llevando a sus hijos del colegio a las actividades y vuelta a empezar, un mundo esclavizado por mantener una calidad de vida, que me pregunto si lo será, aunque ellos lo vivan felizmente.

Y lo consiguieron, si, consiguieron ver esas realidades de otros mundos diferentes, dentro del mismo mundo, porque yo pienso que solo tenemos un mundo, no hay terceros mundos porque sean más pobres que los llamados del primer mundo...y ahí está la respuesta...todos somos del mismo mundo, pobres y ricos, sanos y enfermos, ante una amenaza mortal como la que estamos padeciendo.
Sus muertes allí, según me contaron las autoridades que quedaban vivas, fueron de las más dulces, abrazados en la playa les sorprendió la muerte, todos y cada uno de mi amada familia dejaron allí sus vidas, en aquella tierra en donde la maldición Maya se estaba resarciendo de su pronóstico necrófilo...quien pensaría que iba a sobrevenir la antigua maldición Maya, por un virus y no por el cataclismo natural de volcanes y maremotos.

No me pesa no poder haberles visto, los recuerdo tal como eran, alegres, inocentes, con aquel toque de felicidad inconsciente de que se rodeaban. Yo cada día me debilito más, pero no sé porque no acaba ya mi naturaleza de "doblar" ante tanta destrucción; a mi perro le pasa lo que a mi, debe ser su fiel naturaleza hacia mi persona... vamos vagando lánguidamente por los caminos, viendo el panorama cruento del que nadie escapa; ¿porque tengo que durar yo más que mis hijos? y ¿porque a mi perro no le ha pasado ya, al igual que a otros animales?...¡¡ahggg, me ahogo, no respiro ¡¡ ya llega por fin mi muerte, creo... me abrazo a mi perro que estaba mientras escribía estas letras a mis pies y noto que su cuerpo esta tan solo tibio... que alegría ya me llega el fin, y al menos me llega junto al más fiel hijo animal, que me ha concedido la naturaleza ... y
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Veinticinco de septiembre de dos mil doce. Día de mi Lúgubre Jubilación.


miércoles, 25 de julio de 2012

18/09/2012 - Feliz cumpleaños


  

       18/09/2012 - Feliz cumpleaños





 
Hoy cumplo cuarenta y tengo la certeza de que es mi último cumpleaños.

No puedo decir que me siento feliz porque no sería cierto pero sí he decidido celebrarlo. Daré una fiesta en  mi casa esta noche, nada multitudinario ni ostentoso aunque bien pudiera haberlo hecho, de poco me van a servir ya los ahorros que tengo en el banco o el plan de pensiones.

Estaremos en familia: mi marido, mis hijos, nos acompañarán mis padres, vendrán también mis hermanos con sus parejas, mi sobrina… pobrecilla, apenas hace unos meses que empezó a vivir… y algunos amigos, los más cercanos; otros ya no viven para poder acompañarme hoy, el maldito virus VMH-07 los infectó y acabó con sus vidas dejándonos una amarga sensación de impotencia, se fueron sin que pudiéramos hacer nada por evitarlo.

Ha sido una cena muy agradable, tranquila y divertida, sin tensiones familiares ni malos rollos.

La noche transcurrió rememorando anécdotas de cuando éramos pequeños y recordando buenos momentos; nos hemos reído, nos hemos abrazado y, por unas horas, he conseguido que olvidaran que nuestros días estaban contados.

Saqué la tarta de la nevera, de selva negra, mi favorita y unas botellas de cava.
Brindamos por el pasado, no tenía sentido hacerlo por el futuro.

A la mañana siguiente hallaron nuestros cadáveres. Después de todo tuvimos una muerte dulce, puse el veneno en la tarta,  nadie lo notó; lo más duro fue darle ese biberón letal a la niña, se me saltaban las lágrimas mientras lo hacía, solo yo sabía que  era el último que tomaba.
Decidí por todos, es cierto, pero no me arrepiento; yo ya estaba infectada,  el contagio era inevitable.

En nuestro último aliento permanecimos juntos y fuimos felices..
 

jueves, 19 de julio de 2012

07/11/2012 - El sobre secreto



Los jueves relato: La curiosidad...


      07/11/2012 - El sobre secreto



 



Nos conocemos desde hace más de quince años, el tiempo que llevamos trabajando juntos. Él, Emil, es… mejor dicho… era mi jefe, yo, su fiel empleado. Nada más. La realidad más evidente es que, a pesar de los años trascurridos, apenas nos conocemos. Todos estos años nos hemos tratado con corrección y respeto, pero sin ningún atisbo de amistad que pudiera romper la relación laboral. Emil siempre lo dejó bien claro desde el principio y así lo mantuvo siempre. 

El ejemplo más claro de la falta de confianza entre nosotros se ha dado durante los últimos meses. Todos los días Emil abría la caja fuerte que se encuentra en su despacho y, tras recoger el sobre que había colocado el día anterior, colocaba uno nuevo. Al principio era de vez en cuando, pero pronto fue a diario. Así todos los días, sin faltar ninguno, recogía el viejo, lo destruía  y depositaba el nuevo, lo curioso es que no siempre lo llevaba él encima, a veces lo traían y otras salían misteriosamente de algún cajón. Al principio no le di importancia, me parecía el juego absurdo de un viejo inútil, pero con el discurrir de las semanas, y al ver que el continuo cambio de sobres no cesaba, empecé a pensar que algún gran secreto se traía entre manos. Pensé en amantes y en sobres de dinero negro, también que quizás querría despedirme y estaba recopilando nombres de candidatos, pero rápidamente lo fui descartando todo, nada de aquello tenía sentido. Esos sobres secretos tenían que contener algo muy importante y sin duda ilegal. Nuestra pequeña empresa se dedicaba a la coordinación de transporte logístico entre países. Si, algo de eso debería de ser. La cuestión es que poco a poco se fue apoderando de mí una enorme curiosidad, que yo mismo sentía que se estaba convirtiendo en patológica. Nunca le pregunté directamente por el contenido de esos sobres, Emil era muy estricto en este asunto y no me hubiera permitido semejante intromisión en su privacidad. Más de una vez me lo había dejado bien claro, pero mi intriga iba más y más en aumento y ya era algo que difícilmente podía controlar.

Cuando al poco tiempo se empezó a rumorear que una siniestra plaga en forma de virus se extendía inexorablemente por el planeta, llegué a la conclusión de que en esos sobres estaría la clave de la enfermedad, y quizás de la curación. Busqué las mil y una formas de hacerme con la combinación de la caja fuerte. Le espiaba, intentaba ver el movimiento de sus dedos al pulsar las teclas, aprovechando sus ausencias probé cientos de combinaciones, pero todo fue inútil. Finalmente tuve claro que únicamente me quedaba una solución.
Ahora Emil esta sentado en la silla de su despacho, el cuerpo reposa inclinado sobre su mesa y encima de sus brazos se acomoda su cabeza, pareciera que ha decidido tomarse un descanso, pero en realidad está muerto, un hilillo de sangre resbala desde su sien hasta el suelo y un gran charco ha empezado a formarse inundando parte del suelo.

Rápidamente me puse manos a la obra. Tenía que hacerme con la combinación y acceder al sobre como fuera. Busqué por toda la oficina, en cajones y armarios, entre los libros, incluso entre sus propias ropas algo que me diera alguna pista sobre la clave, pero todo fue inútil. La impaciencia y la intriga me consumían, entonces recordé esos chismes de láser verde que permiten ver las huellas marcadas. Busqué por toda la ciudad alguna tienda que los tuviera. La ventaja de vivir en una ciudad fantasma y devastada era que todos los comercios estaban accesibles para coger todo lo que uno quisiera, la desventaja consistía en que yo no era ningún experto en cuestiones tecnológicas y prácticamente no había nadie a quien preguntar. Finalmente lo encontré. Al pasarlo por la tableta de dígitos de la caja comprobé con horror que todas las teclas estaban marcadas casi por igual. El despreciable de Emil probablemente cambiaba la cifra cada poco. Creí morirme, pero me negué a desistir. En la combinación de esos números estaba sin duda la clave y el acceso al conocimiento para la curación de la Muerte Dulce.

Empezando por el número 1 y de manera metódica y ordenada empecé a probar combinaciones posibles. Ahora llevo treinta y dos horas probando infinidad de variantes numéricas. No he comido, ni he dormido, tengo los dedos entumecidos y la cabeza embotada, pero ahora ya es algo más que paranoica curiosidad, ahora me va en ello la vida, hace más de quince horas que he comenzado a tener los síntomas que llevan a la inevitable muerte dulce. El cosquilleo en manos y pies empiezan a ser casi insoportables... ¡Un momento!, ¡he escuchado un clic! Si… la caja por fin se ha abierto, río a carcajadas entre saltos de alegría, estoy tan frenético que a punto estoy de resbalarme con el charco de sangre que inunda la habitación, pero lo conseguí y eso es lo que importa. ¡Ahora si que estoy seguro de que me voy a curar! Miro entre la enorme pila de folios llenos de números la anotación de la combinación que la ha abierto: 7,2,9,6,3... ¡¡¡no me lo puedo creer!!! el muy canalla no tuvo mejor idea que colocar la fecha de mi propio nacimiento. Ahora más que nunca, me alegro de que esté muerto. ¡Que se joda!, no se merecía otra cosa.

Con cuidado, el que me permiten mis temblorosas manos, cojo el sobre y, con toda la meticulosidad de que soy capaz, lo abro. El corazón parece que me va a estallar, pero aun me quedan ocho horas para que eso ocurra y quizás la solución la tenga en mis propias manos.
Abro el sobre. En su interior hay únicamente una hoja, está escrita de puño y letra por Emil, dando un profundo suspiro empiezo a leer:

“¡Diantres Dominic, te ha costado! Si estás leyendo esta carta significa que finalmente has conseguido abrir la caja fuerte y que yo estoy muerto. Como es improbable que haya sido a consecuencia del virus de la muerte dulce, eso significa que tú mismo me has matado. No te preocupes, lo esperaba. Hace ya varias semanas que el sobre que coloco tiene este mismo mensaje. El otro, el que de verdad te interesa, ese que te hace rumiar despierto, ese que te está consumiendo de dudas, ese que piensas que te puede ayudar a librarte de la plaga mortal. Ese sobre hace ya varias semanas que dejé de colocarlo aquí. Ya no era necesario. Fue el mismo día que me diagnosticaron un cáncer de hueso que acabará conmigo de una manera dolorosa en cuestión de meses. Pronto no habrá ni médicos ni nadie que me ayude a aliviarlos. Por eso, consciente de tu estupidez y de tu avaricia, me inventé este juego del sobre, sabiendo que tarde o temprano te dejarías llevar por tu intrigante curiosidad y acabarías conmigo.
Sin duda nos veremos en muy poco tiempo. Si es en la Puerta de San Pedro nos saludaremos como viejos conocidos y lo celebraremos, si es en la entrada del Infierno, maldeciremos nuestro destino. Pero si nuestros caminos son los opuestos, veré la manera de mandarte un querubín o algún ángel de la oscuridad para que te de conocimiento del contenido real del sobre que tanto te ha intrigado todas estas semanas. Si nada de todo esto existe… lo siento mucho por ti. Adiós Dominic”

Emil Hubs

Ahora, sentado aquí en el frío suelo y con la carta estrujada entre mis manos, sólo espero el final. Únicamente tengo un deseo, que no exista un después. No podría soportar su risa por toda la eternidad.

Más historias llenas de curiosidad en casa de Tere

viernes, 13 de julio de 2012

05/10/2012 - El indio


  Versión original en catalán

(Relato aportado en doble versión)


                 05/10/2012 - El indio 
                                   (Inspirat en un relat de J.L.Borges)


(Aportación de Montserrat Sala del blog Refexions en veu alta)   




Segóns la magnífica historia del autor, aquell indi, va ésser retornat amb els seus pares verdaders, mitjançant unes informacions que els hi havien arribat, per boca de l’ultim correu que hi van enviar, per saber si estave en poder, d’aquella tribu.

Mai van perdre l’esperança de retrobar-lo. I ell en veuere’ls va reconeixer, la casa y els persones que l’habitàven. En va estar del tot segur, el dia que va trobar, un petit ganivet, a un forat del mur de pedra, de la cuina. Havia estat allà, des de que ell matiex,l’hi possà abans de que sentís aquella olor tan forta de palla creamada, i els crits esgarrifosos d’una dona, que mai va saber d’on venien.  Una foscor molt gran, amparave aquells records i no va trobar la manera, de poder endinsar-se dins els passadissos estrets i tenebrosos de la memòria.

Molt temps havíe passat, i fins ara, no havie sospitat, ni el qué, ni el quan, ni el perqué d’quells pensaments, que el turmentaven. Ho havíe intentat tantes i tantes vegades, però, infructuosament. Mai l’hi va esser posible

Crescut al ràs, estave acostumant a dormir i viure sense sostre. Gaudia de  llibertat total, com el séus germans del poblat, fins el moment, de anar-s’en amb  aquells homes, que es cobrien el cap amb un barret i que tots anaven igual de tapats. Fins llavors, mai arribà a sospitar que ell fos diferent. No podie pas ser, aquell parlar tan estrany. que només entenia el mes vell de tots els poblats, i amb pròu feines. La llengua que l’hi parlàven, no l’entenia, però pensave que a lo millor es solucionaríen les seues cabories, que des de l’arribada del primer extranger, el corsecaven cada nit. Marxar del lloc que ere casa seua, i pensar en els perills, que podía correr, si s’en anava sense ni arc ni fletxes, i sense que ningú l’acomanyés. Va ser un gran repte, que si le presentà. Una lluita interior, que no podrie resoldre, sense l’ajud de moltes hores de silenci i d’escoltar la veu aquella que venia de dins, aquella que, sempre el guiava, pel cami a seguir. Si, aquella que moltes vegades, el treia de dubtes.

D’un costat, no volia fer mal aquell vellets, que s’el miràven, amb una devoció sense limits. Els seus ulls cansats, li pregaven  de quedar-se però quedar-se amb ells y viure estacat a un llit a uns menjars antinaturals, i sense poder fer el malón … I tantes coses, de les que en disposave lliuement; aquelles immenses explanades que eran el seu refugi i la seva casa. S’eixoplugave, sota els estels i menjava el que ell caçava.
Allá tornarie a gaudir del cavalls que ell mateix domava, pujar al galop, fer mil salts a pel, sentir sota les seves cames tota la força de la bestia, i el bullir de la sang i poder dominar-lo, i abraçar-lo, desprès d’una cursa; sí aquella que sempre guanyave.
No, no,  tot allò, no ho podíe deixar, de cap manera.

Passaven, els dies i com més temps romangués allà, mes forta seríe la sorregada.
Estave completament, frisòs per retornar a les seves montanyes. Alla on véia axecar-se el vol el condor, el tot magestuòs planejar de l’aguila reial. Allà òn el trò, resonave amb tanta magnitud i força, que entre aquells penyassegats, hom diría, que era l’esfondrament de la Terra. Aquell brogit ensordidor, era per ell, só de vida.
Tenie que pendre una decisió, i ho va fer. Perquè definitivament no es podía quedar. Tenia que trovar la manera però, de no ofendre als  seus progenitors. I pensava que com més ho allargaría, seria pitjor per tots.
 
Al dia seguent, de  bon matí entrà a l’habitació, ja vestit d’indi. Tors nú, amb totes les pintures i plomes que havia guardat sota un matoll, i que per ell representaven, el segell de la seva identitat, d’indi guerrer.
Es presentà devant d’ells amb un got de llet de búfal,  que havíe, munyit a la matinada, i el passà al pare primer que en begué un glop. Despres a la mare que l’escurà del tot. Ho van comprendre al instant.  
Els abraçà, cosa important, que havíe aprés de nou, i escoltá els darrers suspirs, que el van fer allunyar-se per sempre més.

 


 Versión en castellano



                 05/10/2012 - El indio 
                   (Inspirado en un relato de J. L. Borges)







Según la magnífica historia del autor, aquel indio fue devuelto con sus padres verdaderos tras la información que les llegó por medio del último correo que enviaron para saber si se encontraba en poder de aquella tribu.

Nunca perdieron la esperanza de recuperarlo. Y él al mirar reconoció la casa y a las personas que la habitaban. Estuvo del todo seguro el día que encontró un pequeño cuchillo en un agujero del muro de piedra de la cocina. Había estado allí desde que él mismo lo colocara justo antes de que sintiera aquel olor tan fuerte de paja quemada y los gritos escalofriantes de una mujer, nunca supo de dónde venían. Una gran oscuridad  amparaba aquellos recuerdos y no encontró la manera de poder adentrarse en los pasillos estrechos y tenebrosos de la memoria.
Mucho tiempo había pasado y hasta ahora no había sospechado, ni el qué, ni el cuándo, ni el porqué de aquellos pensamientos que lo atormentaban. Lo había intentado tantas y tantas veces, pero siempre fue infructuoso. Nunca logró recordar nada.

Creció al ras, estaba acostumbrando a dormir y vivir sin techo. Gozaba de libertad total, como sus hermanos del poblado, hasta el momento de irse con aquellos hombres, que se cubrían la cabeza con sombrero, todos cubiertos de igual forma. Hasta entonces nunca llegó a sospechar que él fuera diferente. No entendía nada de aquel hablar tan extraño que sólo comprendía el mas viejo de todo el poblado, y con dificultad. No entendía la lengua con la que le hablaban, pero pensaba que a lo mejor se solucionarían sus preocupaciones, que desde la llegada del primer extranjero le consumían cada noche. Irse de aquel lugar que era su casa, y pensar en los peligros, que podía correr si se iba sin arco ni flechas y sin que nadie lo acompañara. Fue un gran reto el que se le presentó, una lucha interior que no podría resolver sin la ayuda de muchas horas de silencio y de escuchar aquella voz que le venía de dentro, aquella que siempre le guiaba por el camino a seguir. Si, aquella que muchas veces, le sacaba de dudas.

Por otro lado, no quería hacer daño a aquellos viejitos que lo miraban con una devoción  sin límites. Sus ojos cansados le rogaban que se quedara, pero quedarse con ellos y vivir estancado en aquel lugar, atado a  una cama y unas comidas antinaturales, sin poder hacer el malón ..., y tantas cosas, de las que disponía libremente; aquellas inmensas explanadas que eran su refugio y su casa, con su techo de estrellas. Y comiendo lo que él mismo cazaba. Aquí no volvería a disfrutar de los caballos que él domaba, trotar al galope, hacer mil saltos, sentir bajo sus piernas toda la fuerza de la bestia y el hervir de la sangre,  poder dominarlo y abrazarlo después de una carrera, sí, aquella que siempre ganarían.
No, no, todo aquello, no lo podía olvidar, de ninguna manera, y no podía dejarlo.

Pasaban los días y cuanto más tiempo permaneciera allí mas fuerte serie la sacudida. Estaba impaciente por retornar a sus montañas. Allí donde vería levantarse el vuelo del cóndor, el majestuoso planear del águila real. Allí donde el trueno resonaba con tanta magnitud y fuerza entre aquellos acantilados se diría que era el derrumbamiento de la Tierra. Aquel ruido ensordecedor era para él: un sonido maravilloso de vida.

Tenía que tomar una decisión, y lo hizo. Al día siguiente, de madrugada, entró en la habitación, ya con sus escasos ropajes de indio. Torso desnudo, con todas las pinturas y las plumas que había guardado bajo un matorral, y que para él representaban el sello de su identidad de indio guerrero.
Se presentó delante de ellos con un vaso de leche de búfalo que había ordeñado en la madrugada y lo pasó, primero al padre, que bebió un pequeño trago, después a la madre que la terminó de beber de un sorbo.  Los dos comprendieron al instante.
Los abrazó, sintiendo lo importante que era para ellos este contacto, y que él había aprendido de nuevo. Y escuchó sus últimos suspiros que le hicieron alejarse, para no volver jamás.

Aportación de Montserrat Sala del blog Reflexions en veu alta


martes, 10 de julio de 2012

15-10-2012 - La habitación






 15/10/2012 
 La habitación

 


Por fin, después de una larga búsqueda que había comenzado en el momento en que tuve conocimiento de las alarmantes noticias acerca de la aparición del virus VMH07, pude entrar en la Habitación. Aquella que según mis intensas investigaciones debería haberme desvelado el enigma de aquel virus mortífero y su antídoto, que aún estaba por descubrir. Si mis cálculos no fallaban, yo sería el primero en conseguirlo

Creyéndome ya enfermo, decidí dedicar los últimos, quién sabe si días o semanas de mi vida, a encontrar la Habitación. Cuando por fin me encontré delante de la Puerta que daba acceso a ella, pensé que aquel difícil camino había llegado a su fin.
Muchos antes de mí lo habían intentado hasta la muerte, no habían llegado a tiempo. Sus cadáveres yacían esparcidos delante del umbral, en diferentes estados de putrefacción. ¿Sería ese también mi fatal destino? Los pocos CIU (Científicos Ingerentes Unicelulares) que aún no habían muerto hacía días que procesaban la escena del crimen para aclarar la causa de sus muertes, aunque ésta era ya para todos evidente: ellos también habrían sucumbido al virus conocido ya como el de la Muerte Dulce.

Aquella Puerta era la más robusta y hermética de las que había visto a lo largo de mis experiencias en abrir Puertas Difíciles. Mirarla desde mi posición, un metro cincuenta, la hacía aún más imponente; su altura debía sobrepasar cualquier medida conocida pues se perdía en el infinito. A ambos lados parpadeaba un gran cartel luminoso que llamaba la atención con sus colores fluorescentes verde y naranja y que se encendía y se apagaba de manera intermitente advirtiendo al intruso:

¡Solo los que resuelvan esta ecuación matemática podrán abrirla!

Cuando volví la mirada hacia abajo mis cansados ojos miopes descubrieron entonces un cartelito de plástico con una cadena que colgaba de un gancho adhesivo sobre el que estaba escrita esta ecuación:




¡Retorcida propuesta! No iba a ser tarea fácil, intuí.

Ese fue el primero de los muchos obstáculos que iba a tener que superar.
Empecé por emplear mis especializados conocimientos en API (Apertura de Puertas Imposibles) en abrir aquella: la más importante. Detrás me esperaba la solución a la incógnita que podría salvar a aquella pequeña parte de la Humanidad que aún resistía.
Miré y remiré la ecuación sin que el conjunto de aquellos pequeños caracteres tuviera significado para mí en aquel orden sorprendente. Algo se me escapaba.

Pero llegado a ese punto, después de dedicarle todas mis energías a aquella aventura final, no podía darme por vencido, pensé. Así que decidí utilizar mi última tarjeta infotecada de las tres que había tomado prestadas en mi Infoteca antes de iniciar el viaje. Una vez llegado a mi destino, ya no la necesitaría. Para mi fortuna, habían instalado junto a la Puerta el último modelo de Dispensador, el de Objetos Mágicos. Quizás si mis antecesores hubieran tenido acceso a uno de ellos no habrían corrido aquella suerte nefasta. Con la tarjeta infotecada obtuve una Libreta Mágica de la que tanto había oído hablar a mis colegas. Era el último ingenio salido al mercado para la resolución de problemas complejos de todo tipo, no solo matemáticos; aún desconocía su funcionamiento. Para conseguirla el Dispensador me exigía además sacrificar una parte de mis conocimientos: era el precio que había que pagar. La Libreta a cambio de sabiduría ¡qué difícil decisión!

Apunté cuidadosamente la ecuación en un ticket arrugado del supermercado que llevaba en el bolsillo, sin dejarme ni uno solo de aquellos signos cuyo significado se ocultaba, paradójicamente, a mi mente privilegiada, pero que salvaguardaban el secreto de aquel templo sagrado como soldados en permanente imaginaria.

La Libreta que había adquirido con aquella cualidad extraordinaria resolvería la intrincada ecuación; no sería vano mi sacrificio. Era ligera, manejable, tenía dos potentes pero minúsculos altavoces a ambos lados y entre ellos debía estar el nanodifusor de sonido porque era inapreciable a la vista humana; una espiral interminable giraba y giraba sobe sí misma en todas direcciones, activando la batería que se alimentaba con rayos ultracatólicos. Solo reconocía la voz de su propietario que registraba automáticamente con solo adquirirla. Venía acompañada de un libro de instrucciones en quince volúmenes virtuales que tuve que estudiar concienzudamente para inicianizarla. Conocer todas sus cualidades me acercaría un poco más a mi destino.
Antes de realizar esta operación por primera vez, era imprescindible introducir en sus dos discos todos los datos que solicitaba a través de su sistema de vociferación indirecta. Superada la fase de suministro de información a los discos, el unívoco y el biunívoco —el más complejo— había que pasar a inicializarlos en el punto exacto, según las indicaciones del prospecto virtual. Al cabo de varias horas de operaciones frustradas que se me hicieron interminables, deduje el dato: no existía tal punto exacto. Dejé de lado las instrucciones, pues concluí que debían pertenecer a una versión anterior de la Libreta. Ahora entendía por qué nada coincidía con la mía. Opté por la intuición, arma que se había demostrado definitivamente como la más eficaz para resolver aquel tipo de dificultades y al fin completé el procedimiento. Cada vez me sentía más cerca de mi salvación.

Tuve un momento de pánico cuando la Libreta, en una de aquellas respuestas, me dijo: “Error 45.678: voz irreconocible.” Era cierto, me había quedado una leve ronquera, consecuencia de una gripe atrapada durante el viaje. Tuve que reiniciar el sistema de vociferación indirecta.
La emoción me embargaba, por fin estaba a punto de consumar la hazaña que ningún otro hombre había logrado antes de mí. Pasé el ticket con la fórmula por el detector óptico heterodino de mi Libreta y esta me confirmó: “Leyendo con el SMDEI” (Sistema Matemático Diferencial de Ecuaciones Inteligentes). Sabía que con ese sistema era imposible que la ecuación se me resistiera, nunca me había fallado. Sin embargo, al cabo de pocos segundos me dijo: “Lectura imposible: información arrugada” Cogí de nuevo el ticket e intenté alisarlo con esmero, lo pasé de nuevo por el detector y me volvió a repetir el mensaje confirmando el inicio de la lectura. Esta vez no hubo contratiempos e inició el proceso de cálculo. Desconocía la capacidad del sistema en estos nuevos artilugios de carácter fantástico, dado que era mi primera experiencia con uno de ellos. Pero estaba cada vez más cerca.
Durante el procedimiento de descodificación de la fórmula la Libreta conectó telepáticamente con mi memoria musical e inmediatamente sonó mi ópera preferida: el Carmina Burana, en versión dirigida por Zaratustra, discípulo del virtuosísimo Friedrich Nietzsche. ¡Quedé sobrecogido! Aquella música me envolvía y me transportaba a tiempos remotos, tiempos ingenuos y crédulos. A continuación conectó con esa misma memoria, pero referida a mi sentido olfativo, y una fragancia mohosa y rancia penetró por mis pelillos nasales. El olor los erizó y me trasladó a lugares inciertos y a lejanas mujeres de la vida. Supuse que los esfuerzos de la Libreta por halagar mis sentidos debía interpretarlos como una disculpa por su tardanza. No dejaba de asombrarme el artilugio.
Sin embargo, al cabo de solo unos minutos disparó un haz de luz láser muy potente que proyectó sobre la Puerta. Al final del haz de luz iban saliendo los deseados números que resolvían la endemoniada ecuación:

              


¡Por supuesto! ¡Cómo no me había dado cuenta, era evidente, hasta un niño la habría resuelto! Sentí una cierta frustración teñida de sonrojo.
En unos segundos la luz se apagó: ¡No había tenido la precaución de anotar el resultado! ¿Y si lo había perdido para siempre?
Pero la Libreta volvió a asombrarme: inmediatamente oí un quejido prolongado y la Puerta se fue deslizando poco a poco hacia el interior. ¿Qué me aguardaba en aquel lugar que yo había concebido como aquel en que encontraría la fórmula del ansiado antídoto?
Tantos meses de espera habían ido tejiendo en mi imaginación un espejismo que al fin creí tener ante mí.
Aquel intrépido paso para la Humanidad había llegado y yo iba a ser su excepcional protagonista: cuando cesó el chirrido de los goznes herrumbrados, la Puerta de la Habitación quedó completamente abierta. Avancé temeroso sin saber cuál sería la visión que me ofrecería su interior.

Al entrar la oscuridad me cegó, solo un hilo de luz solar penetraba en la estancia a través de una claraboya del techo que apenas la iluminaba; el hilo de luz descendía en una dirección perpendicular levemente inclinada hasta el suelo y a través de él se veían millones de partículas de polvo en suspensión de los cientos de millones que ensuciaban la habitación.
¿Sería esa la luz que me revelaría la fórmula? Me situé debajo, me mantuve inmóvil y expectante unos minutos: nada. A medida que mis ojos se acostumbraban a la oscuridad, fui recorriendo la estancia buscando algo, otra puerta, algún indicio que me condujera al lugar que escondía la solución. Vano intento: era la vacuidad absoluta.
Aquello desató mi desesperación: ¡todo aquel tiempo y esfuerzos dedicados… a nada! Mis esperanzas se vinieron abajo y yo con ellas, me senté con dificultad en el suelo polvoriento y lloré con amargura.
Tuve que aceptar que mi búsqueda había sido inútil. No podría salvarme yo ni salvar a la Humanidad.

Reponiéndome por un instante a tanta pesadumbre, miré hacia la Puerta en un intento desesperado de salir para poder advertir a cualquier otro ingenuo de su gran error, pero ya estaba clausurada para siempre. Con ella se cerraba también la posibilidad de revelar mi desolador testimonio: había errado el camino; este solo llevaba a un callejón sin salida.
Es esa certidumbre la que me ha llevado a dejar constancia escrita de mi experiencia antes de morir y pasarla por debajo de la Puerta, confiando en que alguien recoja este testigo y pueda entregar mi negativa experiencia a la Humanidad.


jueves, 5 de julio de 2012

Jueves Relato - 06/11/2012 - Éxtasis final





 

      06/11/2012 - Éxtasis final







El desconocido la penetró con fuerza. Gina aguantaba los violentos empujones con los ojos cerrados y tratando de concentrase en su propio placer. Sólo tendría una oportunidad y no pensaba desaprovecharla.
Durante horas había recorrido las desoladas calles de la ciudad en busca de algún hombre, ofreció dinero, todo cuanto tenía, su coche y su casa, el primer ofrecimiento siempre era su propio cuerpo.
Gina frenaba la fogosidad  del hombre que mesuró sus bramidos mientras a duras penas mantenía la apocada erección. Entonces, y con vehemencia, estalló una  batalla de caricias, arañazos y besos, sus cuerpos, inundados en saliva y sudor, se debatían de puro gozo hasta que Gina rogó que llegara el final. El hombre bombeó con toda la fuerza de su sangre, la presión era casi insoportable. En aquel mismo instante en que una punzada rompía en dos su corazón, Gina alcanzó, durante apenas tres segundos, el inexplorado éxtasis que unió el placer más profundo con la muerte más dulce.