15-11-2012 - AMANECER DE NUEVO
Desperté bruscamente, estaba mareado, mi situación, era realmente extraña, allí estaba mi cuerpo en una cama rodeado de aparatos desconectados y sin vida, de mi brazo izquierdo colgaba una vía, que en otro tiempo habría sido el sitio por donde recibiría los fármacos necesarios para poder seguir existiendo, y que ahora su función era más que prescindible, con cuidado la arranqué de la vena y la deposité en un cubo donde habían restos de vendas y demás deshechos hospitalarios, me incorporé lentamente, era todo realmente extraño no había nadie en la estancia, recorrí como pude los largos pasillos del hospital y no encontré a nadie, intenté viajar por mi memoria para recordar algo en lo que pudiera identificarme, mi nombre, mi aspecto, los hechos por los cuales fui ingresado en aquel centro hospitalario, no encontré nada, solo el vacío, solamente me llegaban preguntas, sin respuesta.
Empecé a darme cuenta de lo grave de aquella situación, hacía frío en la calle y solo llevaba puesto el liviano pijama del hospital, así que retomé los pasos y busqué algo con que aliviarme, al fin encontré un armario con varias prendas que me vendrían de maravilla para enfrentarme a mi delicada aventura, lo mismo encontré en las desangeladas calles vacías, un silencio brutal, no esperaba que ese silencio rebumbaría tanto dentro de mí, era insoportable ver los coches vacíos, las aceras desiertas, las tiendas sin su algarabía habitual, ¿que habría pasado durante mi estancia en el hospital? ¿cuanto tiempo habría estado inconsciente? un mar de dudas empezaba a taladrar mi recién cobrada consciencia, empecé a andar mas rápido que de costumbre la amplia y desértica avenida, quizás tenia miedo, el miedo te hace obrar de manera diferente, miedo ¿a que? buscaba respuestas, subí el ritmo de los pasos, esperando encontrar a alguien, algo que me diera alguna solución, pero nada ocurría, pasaba los cruces de calles miraba a un lado y a otro y solo encontraba el devenir del gélido viento que resecaba mi rostro, cansado me senté a reflexionar el porqué de todo aquello, y algo ocurrió, era como un lejano murmullo, que cada vez se hacia mas insistente y cercano, mi estado anímico se disparó como un resorte, el rumor se hacía evidente a cada minuto que pasaba y los latidos de mi corazón empezaron a retumbar en mi cabeza como un tambor.
No podía dar crédito a lo que se acercaba, era como una maraña inmensa, una jauría indecente de destrucción, en esa nube se amontonaban miles de perros que en otro tiempo habían estado a servicio de las personas, y ahora locos por el hambre se aprestaban a dar caza a todo aquello que estuviera a su alcance, ni que decir tiene que mi situación ahora si que había ido a peor en un cien por cien, y loco por el miedo empecé a correr todo lo que me permitían mis flojas piernas, que no era ni mucho menos lo que yo quisiera.
Aquello pintaba muy mal, tanto que pensé por un momento acabar de otra forma mi fugaz bienvenida al mundo, acabar cuanto antes, pero el instinto de supervivencia me hacia retraerme de esa suicida idea, había que encontrar una salida de alguna forma pero ¿cual? las fuerzas empezaban a fallarme, creo que ya no podría resistir mucho más, me paré, el corazón estaba a punto de desbocarse y mis menguadas fuerzas dijeron basta, habría que resignarse a este fin, y prepararse para acabar cuanto antes, me arrodillé como el que pide clemencia, ante algo que iba a acabar con mi recién estrenada vida, algo que no entendía, que me superaba en todo momento, y me sentí frágil, mi cuerpo se volvió blando, caí de bruces encima del asfalto, y un pinchazo dentro de mi pecho alivió de algún modo mi posterior sufrimiento, porque cuando el enjambre de canes cayó sobre mí, hacía unos segundos que me había ausentado para siempre de este mundo
Julián! felicidades por tu segundo relato. Cada vez te superas a ti mismo. Aunque el relato de "¡Que ironía!" me hizo reir mucho, esta madrugada del 19 de febrero, me sorprendes con un relato más drastigo y con un final agri-dulce. Es el antagonista de tu relato anterior! felicidades de nuevo ya eres todo un veterano en las cronicas de la muerte dulce!
ResponderEliminarUn abrazo.
Julian, de nuevo por aquí, con un relato desolador...cuando parecía que todo estaba perdido...¡zas!...un infarto te salva ¡jajajaja!..., bueno era una muerte segura de todas las maneras, pero siempre es mejor un impacto certero en el corazón, que ser devorado por los perros/as...por un momento me pareció tan real.
ResponderEliminarUn abrazo para ti y otro para Jose Vte.
Es un modo funesto y luctuoso de morir.
ResponderEliminarMe ha agradado la narración, por un momento pensé en alguna película de zombies, cuando solo se describe a un superviviente humano.
un saludo Julian y un abrazo para ti, José Vicente.
Escatológico, angustioso, muy desolador. Me parece excelente.
ResponderEliminarMe agrada como sigues narrando después de la muerte: "hacía unos segundos que me había ausentado para siempre de este mundo"
Abrazo de anís Mingo y lo que repercuta de ese abrazo para José Vicente, jajaja. Un beso grande para ambos.
La variedad en los relatos está creando un caleidoscopio magnífico, José Vicente. Os felicito a ambos :)
ResponderEliminarabrazos