31/08/2012 - El hijo del notario
“A quien madruga Dios le ayuda”.
Para Rogelio Maldonado Llorens no había mejor refrán que reflejara la actitud
que todos esperaban que él tomara ante la vida.
Educado desde bien niño bajo una
estricta disciplina, siempre trataron de inculcarle los más altos valores como
la puntualidad, la educación y el rigor. Su padre, Don Vicente Maldonado y
Piquer reputado notario, murió cuando él sólo tenía ocho años, víctima de un
infarto al salir de su propia notaría en el centro de la ciudad.
Su madre, Doña Amparo Llorens Ibáñez,
con el corazón envuelto en un luto ya permanente, no tuvo más remedio que
vender la parte de la notaría al socio de su marido, paso obligado para
afrontar las numerosas deudas heredadas de su esposo el notario, fruto de un
excesivo y secreto interés por el juego y la vida disipada.
Doña Amparo se dedicó en cuerpo y
alma en dar la mejor educación a su hijo. Lo matriculó en los más selectos
colegios estrictamente privados y católicos que pudo encontrar. El dinero ya nunca
fue un problema. Muchos clientes y amigos de su difunto esposo estaban
encantados de devolverle algunos de los muchos favores que en vida de éste
contrajeron. Doña Amparo siempre fue muy discreta con los documentos minuciosamente guardados en la secreta
caja fuerte que un día encontró por sorpresa.
El joven Rogelio, marcado por la
inesperada muerte de su padre, mostró siempre un impenetrable halo fatalista y
algo taciturno que arrastró toda su vida, era un estudiante mediocre pero
voluntarioso como pocos. Logró entrar en la universidad y conseguir, tras siete
años de duro empeño, su licenciatura de derecho. El sueño de Doña Amparo de que
su hijo recuperara la notaría perdida estaba más cerca. Fue entonces cuando,
tras una reveladora charla con el antiguo socio de su finado esposo, consiguió
que lo contrataran como pasante en el despacho.
Era Rogelio un hombre alto y
extremadamente delgado, de rostro adusto y mirada escurridiza que, unido a la
pronunciada calva que lucía desde muy joven y a que siempre iba impecable y
elegantemente trajeado, le confería un aspecto frágil y bondadoso. Era amable y
exquisitamente educado pero algo huraño y frío en el trato y su excesiva
timidez, rayando en lo paranoico, creaba cierta aversión entre quienes no lo
trataban con asiduidad. Nunca tuvo amigos conocidos a excepción de algún
compañero ocasional por motivos laborales o de estudio. Tampoco jamás se le
conoció relación con mujer alguna.
Cuando no trabajaba o tras acabar
las horas de estudio reglamentadas por Doña Amparo, Rogelio se encerraba con
llave en su estudio durante horas. Allí, aislado de legajos, documentos y
libros es donde se sentía realizado y el mundo que creaba se convertía en verdaderamente
el suyo.
Rodeado de su proyector y de cientos de películas del Hollywood
clásico, Rogelio hacía algo más que visionarlas, las rememoraba, las
interpretaba, las vivía. Sabía de memoria los diálogos de prácticamente todas
ellas. Disponía de un gran vestidor, discretamente oculto, donde guardaba infinidad de trajes de los personajes
de aquellas películas, muchos de ellos valiosos originales comprados a
coleccionistas y en subastas. Le fascinaba vestirse de mujer y encarnar a los
grandes personajes; a la Garbo
de Anna Karenina o la
Marlene Dietrich de el Ángel Azul. Rogelio no se consideraba
homosexual, en realidad no sabía si lo era o no, tampoco le importaba, su
travestismo no era más que la estimulante manera de identificarse con los
personajes que interpretaba.
Ese día no veía llegar el momento
de terminar su trabajo en el despacho. Llevaba ya varias horas que no se
encontraba bien, tenía una extraña sensación, pero no era raro que en ocasiones
se sintiera nervioso cuando le esperaba una velada especial y hoy era la noche
de la diosa.
Después de cenar con su madre,
subió a su estudio, se aseguró de cerrar con llave y se dispuso a disfrutar del gran momento. Ya
lo había vivido otras veces, pero cada una de ellas siempre era diferente. Con
cuidado colocó en el proyector “El
Crepúsculo de los Dioses”, luego, de una manera ceremoniosa se fue
vistiendo y maquillando como su admirada Gloria Swanson. La película se empezó
a proyectar llenando la estancia de deslumbrantes y tintineantes luces y
sombras y Rogelio, envuelto en una atmósfera decadente e irreal, interpretó
cada escena y cada diálogo como la mejor obra de su vida.
Cuando llegó el momento cumbre,
Rogelio ya no existía, era la propia Norma Desmond quien bajaba aquellas
escaleras imaginarias mientras con un intenso gesto dramático recitaba,
dirigiéndose a su propio público admirador, el inmortal diálogo de la estrella:
"Estoy muy contenta Sr. De
Mille, ¿le importa que diga unas palabras?.. Gracias. Solo quiero decirles a
todos cuanto me alegro de estar en los estudios otra vez. No saben cuanto los
he echado de menos. Prometo no volver a abandonarles, porque después de Salomé,
haremos otra película y después otra. Es mi vida y siempre lo será... No existe
nada más, solo nosotros, las cámaras, y toda esa gente maravillosa en la
oscuridad... Sr. De Mille, estoy preparada para mi primer plano”.
Y fue en ese momento casi sobrenatural cuando Rogelio cayó fulminado por
un fuerte dolor en el pecho. Horas después, cuando lograron entrar en la
habitación, su madre pudo comprobar que aquel hombre extrañamente vestido y
maquillado de mujer en una sala oscura y con un proyector de cine emitiendo luz
blanca, era su hijo y que su rostro inmóvil mostraba una mueca serena y feliz como
pocas veces en su vida le había visto.
Rogelio Maldonado Llorens, murió
aquella tarde de un infarto fulminante, igual que le ocurriera a su padre.
Tenía treinta y un años.
Al día siguiente su muerte fue
noticia en todos los noticiarios y en la mayor parte de los periódicos del país.
Lo extravagante del caso levantó una gran expectación en todos los medios.
Durante varios días no se hablaba de otra cosa. Su vida fue desmenuzada y pasó
a formar parte de todas las tertulias del corazón y de la de sucesos. Rogelio,
hombre discreto como pocos, se convirtió,
sin pretenderlo, en una celebridad como todas aquellas estrellas a las que con
tanto afán revivía.
Dos semanas más tarde, Doña Amparo a quien ya la cabeza se
le había ido definitivamente, comprendió a medias que su hijo la había dejado
sola y fue en uno de los escasos momentos de lucidez, o quizás no, que encargó
que colocaran en la entrada de la cripta familiar donde estaban enterrados su
marido y su hijo, una inscripción con
Una misteriosa frase que decía:
“El corazón tiene
razones que la razón no entiende”
Jose Vte, he leido el relato y cuadra perfectamente con el recorrido y encadenado de los otros que hacen referencia a la Muerte dulce, y esto se pone muy interesante....
ResponderEliminartu personaje tiene una "doble vida"particular, sin quedar clara la tendencia de sus gustos sexuales, pues "no se le conoce mujer", tampoco hombre, quisiera aclarar que a mi me parece es un "trasvestido fetichista", nada que ver con ser homosexual....
Bueno...Jose Vte...me encanta venir a tu nueva casa, me recuerda aquellas primeras veces que te visité en Ya que digo, se respiraba un clima tranquilo y me gustaba.
Un beso, amigo.
Un beso enorme Anna, sabes que siempre serás bienvenida. No sabes lo que me ha encantado a esa referencia a los primeros tiempos de Ya que digo y lo del clima tranquilo.
ResponderEliminarEso es lo que quiero que se respire aquí, calma y bellos o divertidos relatos, historias de personas escritas por personas que tienen algo que contar y que decir, aunque algunas muchas sean trágicas.
Este fin de semana habrá otro...que no será mio.
Un fuerte abrazo
Minuciosamente detallados los rasgos de ese ser adusto, retraido, voluntarioso, nada brillante que se refugia en ese mundo del cine clásico, para vivir a través de sus personajes. Homenaje a la vez paralelo con su historia al mejor cine clásico.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato.
Un abrazo.
Mi querido amigo, acojo tu relato con ganas de que hubiera sido más largo, creo que tu descripción de los personajes es buenísima y alguno merece la pena llevarse a una novela, seria genial.
ResponderEliminarMe encanta.
Besos
Perdona pero esto... esto no es un Relato. Es un comienzo de algo grande que deberás continúar -digo yo-, enmarcado por dos buenos refranes.
ResponderEliminarUn abrazo de aplauso.
Amigos, Pepe, Mª José y Celia, muchas gracias de antemano por vuestros palabras.
ResponderEliminarQuería expresar sobre vuestros comentarios. Habitualmente cuando me enfrento ante la manera de enfocar un relato me gusta hacerlo describiendo situaciones y sentimientos y normalmente la descripcción de los personajes les suelo dar un tratamiento más leve paa realzar sobre todo la situación.
En esta ocasión ha sido casi al reves, me he esforzado más en hacer entendibles a los personajes, creo que en esta historia era algo fundamental para comprenderlos.
Lo de ampliar la historia, es algo que está ahí, nunca se sabe, es verdad que son una historia y unos personajes que pueden dar mucho de si. De momento no lo contemplo, pero tampoco lo descarto, pero me halaga muchísimo que os parezca buena la idea.
Muchísimas gracias y un abrazo. Nos seguimos viendo los jueves y cuando sea necesario.
Interesante historia. Al menos murió de la manera que siempre le había gustado ser, interpretando el papel de su vida.
ResponderEliminarUn abrazo
dame un poco de locura que vengo cuerdo por la vida-...
ResponderEliminarque el vestido no es p´al hombre? pero sí el hombre p´al vestido...
llámame raro, pero déjame actuar...
los cómicos lo son los del escenario tanto como los del cotidiano diario...
y si se acaba el mundo, me lo quito de la montera..
medio beso...
vaya relato me ha sorprendido...
ResponderEliminarGenial!!! Excelente tu descripción del personaje y su visión de la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡¡Bravo!! me gusta el inicio del virus... sí, está genial :)
ResponderEliminarun abrazo
Ese aroma rancio de relaciones entre madre e hijo, eh? Me recuerda al depravado cura larguirucho de la Regenta, el que está enamorado en secreto de ella y tiene malos pensamientos que reprime como puede.
ResponderEliminarMUY BUENO, sí señor, hay perversiones normales, si cabe el juego de palabras, cada cual en sí mismo que haga lo que quiera, todo se permite. Entre adultos consentidos lo mismo, allá ellos... si quiere ponerse faja y corsé el hijito de doña Amparito, pues que lo disfrute. Mira por dónde, fue el protagonista de una triste película...
UN abrazo, amigo, gracias por participar en el jueves.
Me ha parecido una historia maravillosa. Rica en matices, hay pinceladas de todos los colores. La vida de un hombre sombrio marcado por por la tragedia, la relación con su madre, algo falta de sus cabales, sus carencias, sus contrapesos, aficciones extrañas...o no, los toques surrealistas. Está todo en una dosis justa perfecta para atrapar al lector, y ni que decir del marco de película clasica que le imprimiste!
ResponderEliminarFantastico José Vte!
Besito
El efecto psicológico que sufrió tu portagonista lo dejó propenso a tener problemas para relacionarse, y sentirse seguro en el mundo que le rodea. Y su dolor lo llevó a expresar su dolor a un mundo imaginario donde compartir sus sentimientos. Finalmente encontró la paz y fama en el ambiente donde pudo disipar sus penas. Es un relato sorpredente, impactante. Un placer leerte.
ResponderEliminarBesos y gracias por acompañarme.