24/09/2012
La última mirada
Hacía semanas que no salían a la calle para evitar el contagio, habían
adquirido todo lo necesario para poder atrincherarse en el departamento desde
que se habían enterado de la expansión del virus VMH-07.
Las noticias eran cada día más nefastas. En la ciudad ya casi no quedaba
gente con vida, los hospitales estaban cerrados, habían desbordado de pacientes
que a pesar de los esfuerzos habían fallecido y que, sin saberlo ni quererlo,
habían infectado a todos los que se habían cruzado en su camino.
Pero ahora por fin había llegado el momento.
La noche anterior su mujer había pasado por un infierno de dolor,
pero las contracciones más fuertes habían sido esa mañana.
Este era el día que habían esperado toda su vida. Les había costado tanto
poder engendrar a ese hijo que cuando su mujer le dijo que estaba embarazada
pensaron que había sido un milagro. Después de tantos años de tratamientos,
estudios y medicaciones, cuando al fin se habían dado por vencidos, ocurrió lo
inesperado.
Los primeros tres meses habían permanecido callados, mirándose todos los
días llenos de miedos, sin decir casi nada. Como si el mundo fuera de algodón.
Después del cuarto mes se relajaron y le dieron a todos la noticia. Y
luego cada día había sido un nuevo descubrimiento para los dos. Cada
ultrasonido, cada monitoreo se había convertido en un acontecimiento.
Cuando empezó la locura del virus, y aunque todavía no se conocían bien
las razones ni los riesgos, habían decidido suspender todo, no arriesgarse ni
un minuto más a contagiarse y tener el bebé en casa.
Esa mañana cuando las contracciones de su esposa le indicaron que ya era
el momento preparó la cama con sábanas limpias, agua, desinfectante y pinzas
para cortar el cordón. Ya habían practicado el procedimiento miles de veces y
estaba listo.
El parto fue rápido, el bebé salió a la vida de una disparada, sin
desgarros ni desarreglos. Así como asomó a la vida, lo tomó entre los brazos,
lo limpió con una toalla húmeda, le cortó el cordón y se lo puso a su esposa
en el pecho.
Menos mal que el obstetra no se había equivocado con la fecha del
nacimiento. No le quedaba mucho tiempo más. No se resignaba a
perderse la oportunidad de verle la cara a su hijo y tampoco de poder
disfrutarlo al menos por esas horas que le quedaban. El día anterior
había sentido un cosquilleo que le recorría las piernas y las manos,
sabía lo que se le anunciaba, pero no dijo nada, era demasiado tarde para dar
la mala noticia, si él estaba infectado todos en su hogar también lo estaban.
La muerte dulce ya estaba cerca. Evidentemente el virus se había
fortalecido en todo ese tiempo y ya no respetaba ni siquiera a los que se
habían mantenido aislados.
Cuando terminó de limpiar todo, se recostó al lado de su esposa que con
los ojos empañados le mostró sus manos adormecidas. Ella también había sentido
los síntomas desde el día anterior y no se había animado a decir nada. Se
abrazaron en silencio y dejaron correr las lágrimas. Después los rodeó el
silencio.
Ambos posaron sus ojos en los ojos de su hijo, que acurrucado sobre
el pecho de su mamá ya respiraba con dificultad, y esperaron. Hasta
sentir como la muerte se hacía dulce por el amor reflejado en esa última
mirada.
Sindel, un relato conmovedor y que en el fondo es una canto a lo más hermoso que tiene la vida. La propia vida.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu relato, no puedo negar lo encantado que estoy.
Un abrazo fuerte
José la que está agradecida y feliz de estar en tu blog soy yo. Es un placer poder participar de esto, y haber sido recibido con tanto apoyo y cariño.
EliminarGracias por todo ;)
Un abrazo gigante.
Hola José Vicente y Sindel: Un tema muy fuerte tratado de manera sutil y delicada.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, y os felicito a los dos muy efusivamente.
Os deseo larga y duradera salud y un buen verano
Gracias Montserrat!!!
EliminarMe gusta mucho que hayas visto de esta forma mi relato, creo que no puedo pedir más!!!
Un abrazo enorme.
Aun tengo la piel de gallina o los pelos como escarpias, emocionante relato, un canto a la vida desde la mas inminete muerte dulce,,,
ResponderEliminarMe emociona saber que mi relato te ha producido todo eso.
EliminarSi el relato te ha llegado creo que he cumplido con mi cometido.
Un placer que me hayas dejado tan bellas palabras.
Muchas gracias Julián!!!
Un abrazo.
Genial Sindel!
ResponderEliminarUn relato muy emotivo y lleno de ternura y de vida.
Me ha gustado mucho.
Un beso
Millones de gracias Teresa, por estar siempre presente!!!
EliminarUn abrazo enorme.
Hola José Vte. y Sindel.
ResponderEliminarMe he emocionado.
Una muerte dulce, como dulce fue la espera de este hijo.
¡Enhorabuena!
Besos, Montserrat
La verdad estoy feliz de leer tantas cosas lindas sobre mi relato.
EliminarEs un placer que me hayas leído, y me hayas dejado este lindo comentario.
Un abrazo enorme.
NACER PARA NO PODER VIVIR ¡¡Que frustación verdad ? y los que nacimos y vivimos muchos años,hay quien todavia se pregunta el porque de éste " rápido sueño de verano"y el... "que hacemos aqui... y tanto etc sin sentido, porque yo siempre pensé que el único sentido que tiene la vida es VIVIRLA.
ResponderEliminarBonito relato de amor, en el que nadie pierde el contacto ni el cariño del otro.
Un abrazo.
Es cierto, por eso quise que esas pocas horas de vida fueran mágicas, llenas de amor y de esa plenitud que da estar con la gente amada simplemente sosteniendo la mirada.
EliminarMuchas gracias por leerme y por tus palabras.
Un abrazo enorme Ysupais.
Hola
ResponderEliminarMe llamo Carla y tengo un directorio web. Me ha encantado tu blog! Tienes unos post muy interesantes de tus narraciones !! quisiera que lo compartas :). Buen trabajo, por ello me encantaría contar con tu sitio en mi directorio, para que mis visitantes entren a tu web y obtengas mayor tráfico.
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Carla.
Hermoso y tierno relato. Muy triste, pero un final feliz en medio de tan nefasta circunstancia,
ResponderEliminarUn abraXo
Gracias Marylin por tus palabras. El final dentro de lo triste tiene un dejo de esperanza. Al menos eso quise proponer y creo que lo conseguí.
EliminarUn abrazo.
Un relato tremendo y muy emotivo. seguiré por aquí, ahora voy a buscar el orden cronológico
ResponderEliminarBesos
Gracias!!! Un placer tu comentario!!!
EliminarHay muchos relatos aquí para pasar un buen rato leyendo.
Un abrazo.
Sindel me ha gustado mucho. Aunque parezca ciencia ficción, no se sabe lo que el futuro nos depara, y es normal que siempre pensemos en lo peor, sobre todo por lo mal que cuidamos el medio ambiente.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Carmen, es cierto quién sabe lo que puede pasar, sobre todo si seguimos con este comportamiento hacia el medio ambiente, la persecusión del poder y el uso de la inteligencia humana para fines que no son buenos.
EliminarEste es solo un relato, menos mal amiga :)
Un abrazo enorme.